Presentación

Presentación de dossier

 

Las nociones de conflicto, lucha, territorialidad, depredación, guerra, parecen consustanciales no sólo a la especie humana sino a la esencia misma de lo viviente. Bajo un biologicismo o vitalismo de tipo evolucionista, en todos los seres vivos se manifiesta un instinto de conservación de la vida, pero también un “querer crecer”, “desarrollarse”, “asimilar fuerzas extrañas”, como argumentaba Friedrich Nietzsche en uno de sus últimos fragmentos escrito en la primavera de 1888. Por tanto, podríamos preguntarnos si no más bien es la “paz”, y no la “guerra”, un artificio producto de una historia cultural de casi diez milenios que surge para evitar un “mal necesario” de efectos devastadores cuanto más sofisticados, que no deja de asombrar hasta el horror, la indignación, hasta el espanto, el estupor. De ser en apariencia algo tan “natural” ¿cómo, sin embargo, no querer escapar a la paradoja de su “naturalización cultural” e imponer el “artificio” de la paz como la regla “natural” que debería regirnos como especie humana? ¿Cómo permanecer impasibles ante la atrocidad de la guerra y su potencial crecientemente destructivo, intenso, desgarrador?

Si enfocamos la vista en nuestra reciente historia político-cultural, al menos desde la Ilustración europea, conceptos como Estado nación, estado de derecho, democracia moderna, por ejemplo, han abonado a una especie de llamado incondicional al "diálogo", que en el Siglo de las Luces tuvo como paradigma la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789 e idealizaciones teórico-políticas como la “paz perpetua”, de Immanuel Kant. Después de la Gran Guerra que marcó los destinos del siglo XX, luego de otra gran guerra que hizo poco más que acentuar los resentimientos nacionales, se creó —de manera no menos idealizante— la Organización de las Naciones Unidas, sucedánea de la “fallida” Sociedad de las Naciones, a un año del Tratado de Versalles, acompañada más tarde por planteamientos filosófico-políticos como la “teoría de la acción comunicativa” de Jürgen Habermas, la idea del “biopoder” desde el Homo sacer de Giorgio Agamben sobre “el principio” del Holocausto, entre muchos otros. Por lo tanto, innegable es decir que esa misma condición instintiva que hablábamos al inicio se arraiga de manera más profunda en nuestra innata propensión al lenguaje y, en consecuencia, quizá, en apuntalar la potencia de la lengua como el fundamento más alto que nos define como especie.

Como se ve, estamos de lleno en el campo de la Filología. Lo que esperamos con este dossier es abrir un espacio de reflexión para insistir en la condición contradictoria de estos dos “instintos”, que abone a la primacía de este último frente a aquella aparentemente natural “tendencia hacia el conflicto”.

En este número de Senderos Filológicos reunimos las contribuciones de varios investigadores con el fin de ofrecer una muestra —no representativa ni mucho menos exhaustiva— sobre el complejo panorama de la guerra y las múltiples visiones que genera. Puesto que el conflicto armado está enraizado casi en el tronco de la historia cultural, en este caso de Occidente, el lector encontrará elocuentes ejemplos de la Antigüedad grecolatina como el de Bruno Alfonzi, quien a la luz de una lectura que se entrecruza con interpretaciones de pensadores contemporáneos, presenta antecedentes filosófico-literarios que aluden a fragmentos de Heráclito, a la Ilíada de Homero, a las guerras contra el primer imperio aqueménida según Heródoto, a los fundamentos de la guerra en Platón y, en especial, a las Guerras del Peloponeso de Tucídides; él, como otros pensadores griegos, teorizaron sobre lo bélico y participaron en hechos de armas. El autor presenta los casos paradigmáticos de los trágicos Esquilo y Eurípides, con resonancias mitológicas narradas por Aristófanes y la figura de Dionisos como telón de fondo. Mientras el artículo de Alfonzi se enfoca sobre todo en los medas, figura en este número un aspecto de las Guerras Púnicas bajo la pluma de María Fernández. Su enfoque se concentra en el historiador latino Cayo Salustio Crispo, quien narró notablemente aquellos hechos con énfasis en la serie de batallas entre Roma y Cartago en la región de Numidia, más conocida como “la guerra de Jugurta”, de título idéntico en la obra de Salustio. Fernández nos muestra los complejos procesos de transmisión del texto del historiador latino en tres magníficos ejemplos de traducciones castellanas desde el Medioevo hasta la Ilustración, producto de las prácticas "crítico-editoriales” de cada época.

Dentro de las “batallas por el territorio colonial”, Carlos Conover “explora” la región de Belice a partir de la representación cartográfica hecha por Nathaniel Uring, navegante británico del siglo XVIII, quien llegó al sitio después de una serie de combates y demás viajes; fue el primero en proyectar un mapa sobre lo que denominó el río ‘Bellese’, cuyo topónimo es analizado para encontrar el origen etimológico de la palabra y, por extensión, el toponímico de la actual nación caribeña. Conover también nos narra cómo la región experimentó diversos conflictos bélicos entre mayas y españoles; entre españoles e ingleses; por la defensa, en un caso, y por la ocupación del territorio, en el otro.

En el marco de este monográfico no podemos soslayar la importancia de la Revolución mexicana para la memoria del país. Pilar Mandujano nos muestra este periodo fundamental en un momento en que medios de comunicación como la radio o el cine iban en crecimiento, y paralelamente se gestaba una producción textual que generó una corriente literaria basada en ese acontecimiento. Mucho se ha hablado en la literatura posrevolucionaria de Mariano Azuela o José Revueltas, mientras han quedado de lado nombres de escritoras como Nellie Campobello, Benita Galeana o Carmen Báez. Esta aportación muestra que existe una abundante narrativa creada por mujeres que no fueron parte del canon y plasmaron aspectos de la Revolución no necesariamente afines a los de sus correlatos varones. La guerra ha sido representada en la literatura bajo múltiples enfoques. Con una original mirada Marcelo Bianchi postula un ámbito no demasiado explorado, al tiempo que urgentemente necesario: el fenómeno de la guerra visto desde la literatura infantil. Al detenernos y analizar este género literario descubriremos que existe una gran producción texto-musical sobre estos temas. El autor realiza una investigación que recopila títulos como la canción popular “Mambrú se fue a la guerra”, el relato ruso “Los dos Ivanes, hijos de un soldado” de Aleksandr Afanasiev o “El encendedor de yesca” de Hans Christian Andersen, entre otros, para mostrar el impacto que tiene el tema en el discurso para los niños. El texto de Bianchi cierra con un interesante análisis sobre el retorno de la figura del soldado.

La guerra es algo que nos ha acompañado desde tiempos milenarios hasta nuestros días. Tal es el caso del desafortunado conflicto entre Israel y Palestina, cuya emergencia es el centro de las agudas reflexiones de Silvana Rabinovich, altamente provocadoras y, a la vez, colmadas de esperanza. Sin duda alguna el lenguaje puede estar atravesado por la violencia, y ser lo que imposibilita el diálogo: cuando dos cosmovisiones tienen puntos de desencuentro expresados por la lengua que impiden hasta los más elementales derechos humanos del otro, es sumamente difícil todo atisbo de entendimiento. La autora nos recuerda el estratégico papel de la filología bajo la problemática de la traducción entre lenguas familiarmente cercanas, como el judeo-árabe, lo que le permite entrever una linterna en lo que denomina “utopía por la lengua”. La cercanía, por fin, con el fenómeno beligerante afecta todos los aspectos de la vida, y el lingüístico no es la excepción. Enrique Meléndez Zarco examina términos como “guerra biológica”, “guerra sin cuartel” o “guerra total”, reconociendo que están enraizados en el léxico actual como peligros latentes. Podemos encontrar un ‘lenguaje de guerra’ que toma la forma de un ‘discurso de guerra’, donde la labor lingüística puede desenmascarar el maniqueísmo tendencioso entre quienes lo usan con el fin de detentar o acrecentar el poder. El autor postula la idea de una “conciencia lingüística” que, “en un momento de acentuada polarización en lo nacional e internacional, nos lleve a ejercer inteligentemente esa facultad [… ] que otorga el lenguaje dentro de marcos idiomáticos que nos distinguen al tiempo que nos hermanan, para […] llegar a acuerdos que nos devuelvan la esperanza […] del presente y del mañana” (2024: s. p.).

 

Alejandro S. Shuttera y Mina Dander Linares
Redacción
Senderos Filológicos

 

 

1 Traducción de los Nachgelassene Fragmente en la edición crítica de Giorgio Colli y Mazzimo Montinari. Publicado en español por la editorial Trotta bajo el título Fragmentos póstumos sobre política, p. 192.