Ensayo
El viaje a la Odisea
Luisa Yoalli Lora
Posgrado en Letras Clásicas
Universidad Nacional Autónoma de México
La poesía es del humano por naturaleza, buscamos una respuesta que complazca nuestra necesidad de explicar el mundo. Para esto suplimos aquello que no tenemos o sabemos con inventos y relatos fantásticos. Este instinto ha logrado que obras como la Odisea se transmitan de generación en generación, dando como resultado estos jardines de letras infinitos en que se relatan acciones grandes, heroicas, divinas, maravillosamente anudadas a su principio.
La Odisea, posterior a la Ilíada, es una epopeya escrita alrededor del siglo VIII a. C. Ambas narraciones son el resultado de un larguísimo proceso de transmisión oral, es decir, no fueron poemas creados para ser leídos, sino pensados por aedos para ser cantados ante cualquier multitud que gustara escucharlos. Esta práctica brindó al público una experiencia cultural compartida instruyéndoles sobre religión, costumbres, estética, valores morales, física, biología, botánica, geografía, astrología, navegación, logros militares… forjando con ello la identidad griega.
¿Quién fue el autor de la Odisea? Es debatido y creo que siempre será un misterio. Sea cual sea el motivo que llevó a (los) Homero(s) a la (re)producción de sus obras, si fue una forma de preservar la sabiduría de los aedos que le precedieron o si su figura de poeta intachable pudiese ser tan mitológica como la de Heracles, Aquiles o Apolo, o bien una combinación de atributos reales y fantásticos, es innegable que su obra es fundamental para la literatura occidental; es un monumento indestructible de nuestro patrimonio intelectual que ha penetrado en el folklor de diferentes culturas modernas y antiguas.
En la Poética de Aristóteles, sobre los episodios trágicos y epopéyicos, se resume así el argumento de la Odisea: un hombre trajina lejos de su patria por muchos años, solitario, vigilado de cerca por los dioses, mientras en su casa sus bienes son consumidos por los pretendientes de su esposa y su hijo es objeto de asechanzas. Tras mil fatigas llega a su patria y, lanzándose al ataque, se salva él y destruye a sus enemigos (Arist., Po., 1455b).
Resumiendo más la trama, es la historia de un regreso: el de los jefes aqueos (Odiseo en particular) a su morada después de la destrucción de Ilión. Esto es, para mí, una de las partes más interesantes en la materia troyana: los viajes involuntarios y dramas domésticos que derivan en tragedia. Lo atemporal y universal de Odiseo, en contraste con Agamenón, Menelao y Néstor, es que muestra un heroísmo menos simbólico y más humano, dándonos con sus aventuras una nueva dimensión literaria: ¿qué pasa con los valores heroicos después de una guerra tan devastadora? Para responder esta pregunta la figura de Odiseo es importantísima, pues marca ese momento de metamorfosis mitológico-cultural recreado por Ovidio donde, entre otras cosas, se representa la asamblea que se llevó a cabo alrededor de las armas de Aquiles: ¿Quién las merecía? ¿Odiseo o Áyax?
Áyax, feroz guerrero, no estaba dotado por la palabra y reclamaba a Odiseo no estar dotado de valentía, que el recelo y el engaño eran sus mejores cualidades al pelear. Pero, tomando las palabras de Odiseo: “¿Qué ha hecho mientras tanto Áyax, que no sea hacer otra cosa que pelear? Guerreros hay muchos, pero el hombre beligerante es inferior al inteligente, sus brazos son fuertes y eficaces, pero ejercitar la fuerza sin pensar lo puede hacer cualquier bestia. ¿Es que objetos de un arte tan excelso, los puede llevar un soldado rudo y sin sensibilidad? Ni siquiera sabría reconocer lo que hay cincelado en el escudo: el océano, la tierra y el alto cielo con las estrellas” (Ov., Met., XIII). Aquí, más que las armas de Aquiles lo que está en juego es la figura del “héroe”, y un hombre inteligente sirve más a ambos mundos: al bélico y al pacífico (según Odiseo, que es quien se queda con las armas). Por esto, Odiseo es el último de los héroes antiguos y el primero de los modernos.
Teniendo todo esto en cuenta, leer la Odisea es un acto que podría justificar el nombre de la obra, es una odisea, para empezar, podemos pensar en los aspectos propios de la literatura griega (temas, autores, contexto histórico-social etc.) Esto complica el proceso de su lectura ya que está fundamentada en un sistema político/cultural/simbólico parcialmente ajeno al nuestro y solo podríamos comprenderlo con un conocimiento meticuloso del tema. Pero eso es una mentira, en lo simbólico, en lo mitológico, sólo se puede tener una comprensión superflua de los distintos atributos que se hacen a las cosas. Por eso, en el fondo, no existe una forma de interpretarlo y debemos acostumbrarnos a ella como nos acostumbraríamos al trato con un extranjero cuyas maneras y acento nos sorprenden y confunden al principio, pero a quien acabamos por amar y admirar a causa de la hermosura de su naturaleza, que es la nuestra, la humana. Quizá entonces podamos comprender la Odisea sin ninguna guía y entenderla a partir de nosotros, desde nuestro ser, enfocándonos en la relación íntima que a lo largo de los años hemos formado con cada palabra. Al entrar en la Odisea por ese camino nos encontramos con lo que hay de eterno en esta obra: la condición humana expresada con una sinceridad y fuerza sorprendentes.
Los diversos encuentros de Odiseo tienen un gran simbolismo, una cierta esencia que guardan los lugares, las cosas, las personas y, aunque se construyó sobre las bases de la realidad que respiramos, por la vivacidad en su estilo, la perfección de su lenguaje, la profundidad de las emociones, la gracia de las pinturas, lo radiante de sus expresiones, la libertad con que se mueve o, en una palabra, todo lo que constituye su belleza, a veces casi parece que el mundo homérico tiene aliento propio y custodia secretos que van más allá del mundo que los creó, adentrándonos en un universo repleto de peligro y poblado por seres fabulosos: hechiceras, sirenas, ciclopes… toda clase de criaturas que, ya sea como amigos u obstáculos, podrían llevar al héroe a una muerte lejos de la gloria. No hay nada en ellos de artificioso, todos los sentimientos que mueven a los personajes provienen del fondo mismo de la humanidad que los creó: son y aman, odian, sufren, esperan, se exaltan, se serenan, tienen relámpagos de furor, lloran, se desalientan, padecen impaciencias bruscas, movimientos de piedad inaudita o no sienten el paso del tiempo, se asombran, aprenden, son fanfarrones y beben, y aman… y mueren. Odiseo teme en medio de la tempestad, llora, se desalienta y lucha; sin embargo, cuando está a salvo, su alma goza como la del más insignificante de nosotros: abraza la tierra, disfruta deliciosamente del sueño que le da reposo.
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