Artículo de divulgación

El río “Bellese” en el mapa de Nathaniel Uring de 1726

 

Carlos Conover Blancas
Universidad Nacional Autónoma de México
Instituto de Investigaciones Filológicas
cem.conover@gmail.com

El presente artículo de divulgación constituye una invitación a navegar por los mares y los ríos del Golfo de Honduras. Su objetivo principal es dar a conocer un mapa elaborado por un capitán británico a comienzos del siglo XVIII, cuyo nombre fue Nathaniel Uring. La trascendencia del documento radica en que representó el río Belice y registró por primera vez el topónimo “Bellese”. Su comprensión implica el estudio de una tierra de mayas rebeldes, la cual fue disputada por dos imperios de la Edad Moderna (véase la figura 1).

Figura 1. El río “Bellese” en el mapa del capitán Nathaniel Uring de 1726.

Detalle del mapa: Nathaniel Uring, An Exact Draught of the River of Bellese as High as the Barcadares. A New Draught of the Bay of Honduras by Capt. Nathaniel Uring, 1726, The John Carter Brow Library, https://jcblibrary.org/ Material provisto por el autor. Dominio público.

1. Nathaniel Uring, tras la elusiva gloria marítima

Nathaniel Uring fue un capitán británico que surcó los mares americanos durante las dos primeras décadas del siglo XVIII. Nació en el pueblo de Walsingham, condado de Norfolk, Inglaterra, en 1682.

El joven Uring navegó entre Irlanda, Barbados y Virginia de 1697 a 1698. Sus bautizos navales fueron la captura por parte de un corsario francés en las Antillas Menores, así como el incendio de su nave en la bahía de Chesapeake (Estados Unidos de América). Posteriormente, en el año de 1700, formó parte de la flota comandada por el almirante Sir George Rooke, enviada al Mar del Norte, para hacer frente a los competidores neerlandeses. Un año después fue segundo al mando del Martha, un barco negrero que compró esclavos en Loago (República Democrática del Congo) y los vendió en la isla antillana de Nieves (San Cristóbal y Nieves).

Uring vivió venturas y desventuras durante la primera década del siglo XVIII, caracterizada por el conflicto internacional en que se transformó la Guerra de Sucesión Española (1702-1713). Fue reclutado como guardiamarina en el St. George, barco de línea de 96 cañones en 1702. A bordo de dicha nave participó en el frustrado desembarco anglo-neerlandés en Cádiz, y en el asalto a la Flota de Indias en el litoral de Vigo, España. Posteriormente, logró ser separado del St. George, y obtener el comando de barcos de transporte y de correos entre Inglaterra, Norteamérica y las Antillas Menores de 1702 a 1710.

El capitán Uring dejó el servicio del Rey en 1710 para dedicarse al comercio. Primero, traficó entre varios puertos en el Golfo de Guinea. Después, participó en el contrabando entre Jamaica y el reino de Guatemala. De hecho, naufragó en la costa de Honduras, y la recorrió desde la bahía de Trujillo hasta Cabo Camarón, en Honduras.

De regreso en Jamaica, en 1712, Uring recibió una patente de corso y el comando de la fragata Hamilton, armada con 20 cañones. Puso rumbo a Laguna de Términos, y describió la vida de los cortadores de palo de tinte.1 Sin mayores incidentes, y con la feliz carga de 70 toneladas de palo de tinte, el corsario regresó al Viejo Mundo. Durante los años siguientes, de 1713 a 1719, se hizo a la mar rumbo a Tunicia, Florencia, Lisboa, Boston y las Azores.

El capitán regresó a América en 1720. Compró un barco y géneros en Jamaica, y se dirigió al Golfo de Honduras. Para su mala suerte, naufragó en el llamado “Arrecife de los Cuatro Cayos”, afrontó la insubordinación de su tripulación y perdió la mitad de su carga. Fue rescatado por su socio, el capitán Wyer, el cual se alarmó al no verlo llegar a la desembocadura del río Belice.

Detalle de los territorios centroamericanos de Honduras, Nicaragua, este de Guatemala, El Salvador y Belice, con base en planos de cartografía contemporánea. Se desconoce la autoría de la proyección. Se reproduce este material con fines educativos y de difusión.

Uring adquirió una goleta atacada por la broma, un parásito de las aguas del Caribe, y pasó cinco meses reparándola en el litoral de Belice. El comerciante no dejó de enviar sus mercancías al interior del río Belice, a un punto llamado “Barcadares”, para venderla a los cortadores de palo de tinte. Además, aprovechó la estancia para explorar las lagunas y los arroyos de la región, tomar noticias particulares de los árboles de palo de tinte, así como de la manera de cortarlos y sacarlos de los bosques. Sobre los hombres que se dedicaban a la tala de los árboles y procesamiento de la madera, escribió lo siguiente:

Los cortadores son generalmente una partida ruda y alcohólica, algunos de los cuales han sido piratas, y la mayoría de ellos marineros; su deleite principal es beber, y cuando abren un cuarto de barril o una pipa de vino, ellos raramente se mueven mientras haya uno cerca. Sucede lo mismo cuando abren una pipa o una botella de Ale o Sidra, manteniéndose juntos a veces una semana, bebiendo hasta caer dormidos; y cuando despiertan, hacen lo mismo (Uring: 355).

Una vez reparada su nave, Nathaniel Uring retornó a Jamaica y, posteriormente, a Inglaterra. Retornó a América en 1722 como diputado gobernador de la isla de Santa Lucia, en las Antillas Menores, cuyo gobernador era el duque de Montagu. Arribó al mando de una empresa colonizadora integrada por 444 personas, transportados en 6 barcos, todos bajo la escolta de HSM Winchelsea. Apenas desembarcó en Santa Lucia recibió la advertencia francesa de desalojar aquel territorio en un plazo de 15 días. Sin embargo, Uring construyó una batería, preparó a sus hombres para la defensa y solicitó el auxilio de las fuerzas militares y navales inglesas de Barbados. Los franceses desembarcaron 1,400 hombres y, sin el respaldo de las autoridades locales, acordaron los términos de la evacuación en enero de 1723.

Nathaniel Uring regresó a Londres, donde cambió el astrolabio y la espada por la pluma. Publicó dos obras con poco más de un año de diferencia entre ellas. Estas fueron:

  • A Relation of the Late Intended Settlement of the Islands of St. Lucia and St. Vincent, in America. Londres: J. Peele, 1725.
  • A History of the Voyages and Travels of Capt. Nathaniel Uring. With New Draughts of the Bay of Honduras and the Caribbee Islands; and Particularly of St. Lucia, and the Harbour of Petite Carenage; into which Ships may Run in Bad Weather, and be Safe from all Winds and Storms. Very Useful for Masters of Ships that Use the Leeward Island Trade, or Jamaica. Londres: W. Wilkins para J. Peele en Locke’s Head, 1726.

2. El sureste de la península de Yucatán, de la resistencia maya al enclave británico

La frontera sureste de la gobernación novohispana de Yucatán comprendía un territorio bajo los términos de las villas de Bacalar y Valladolid a inicios del siglo XVII. La población maya de la región había formado parte de los cuchcabales prehispánicos de Cochuah y Uaymil-Chetumal, dos de los que combatieron contra los españoles con mayor tenacidad durante la Conquista (Chamberlain: 62-63).

Los mayas mantuvieron una resistencia al dominio de la Corona en ese confín de la Nueva España, relacionándose con el reino independiente de Petén Itzá y con otros grupos insumisos de la llamada “montaña”. Una de sus rebeliones, lideradas por el pueblo de Tipú, situado en la ribera del Macal, tributario del Belice, causó el colapso de la autoridad del ayuntamiento de la villa de Salamanca de Bacalar entre 1638 y 1642. La coyuntura local coincidió con un entorno internacional adverso para la monarquía española, la Guerra de los Treinta Años (1618-1648). Durante el conflicto, diversos piratas asaltaron la villa de Bacalar y obligaron a sus vecinos a replegarse hacia el Norte, dificultando todavía más el control de los mayas rebeldes (Diego Lucifer de los Reyes, 1642; Abraham Blauvelt, 1648 y 1652). Incluso, durante la segunda mitad del siglo, la tierra fronteriza se contrajo hasta el llamado “partido de Tihosuco” (Jones, 1989).

Las autoridades provinciales emprendieron campañas para pacificar, congregar y trasmigrar a los mayas de las entidades políticas autónomas o independientes del sureste peninsular a partir de la década de 1670.

Los primeros fueron los habitantes de Tipú, que sufrieron una expedición militar en 1678. Posteriormente, durante la década de 1790, los tipuanos se dividieron en dos grupos. El primero, adepto a los itzaes, migró a la laguna de Flores, y se estableció en el pueblo de Yalain. El segundo, leal a la Corona, fue intermediario ante los itzaes, prestó sus servicios a la guarnición española que se estableció en su asentamiento y fue reubicado en la ribera de la laguna de Flores en 1708.

La segunda entidad política maya en afrontar una incursión española fue la Yxpimienta, en el año de 1687. Alrededor de 1,500 personas fueron congregadas en 9 pueblos, cuya cabecera fue Santa Clara Chichenhá (ubicado en la frontera entre el municipio campechano de Calakmul y el quintanarroense de Othón P. Blanco). Las autoridades yucatecas, incluso, instituyeron un convento franciscano y fundaron un presidio militar. La población de Chichenhá perduró durante el siglo XVIII, y tuvo un lugar destacado en la historia del Yucatán decimonónico (Rocher: 105).

No conformes con estos triunfos los españoles sometieron a los itzaes. El gobernador Martín de Urzúa abrió un camino a la laguna de Flores hasta arribar a ella a inicios de 1697. Sostuvo negociaciones con los dirigentes mayas mientras —como Hernán Cortés en México-Tenochtitlán— construía una nave capaz de transportar su ejército hasta la capital lacustre. Urzúa dirigió a 180 soldados a bordo de su embarcación el 13 de marzo de 1697, venció a una flota de indígenas transportados en piraguas y derrotó a los defensores de la ciudad. Posteriormente, los españoles establecieron un presidio en Petén Itzá (Caso, 2002).

Cabe mencionar que las expediciones organizadas por las autoridades de Mérida entre 1678 y 1697 sometieron a las principales entidades políticas mayas autónomas o independientes de la frontera suroriental de la Península. Pero el control obtenido sobre los mayas de la región no fue total: muchos huyeron a las selvas para continuar viviendo en libertad. Además, hubo incontables comunidades, algunas de tan sólo unas cuantas casas, que se mantuvieron insumisas.

Como proceso paralelo a la contienda hispano-maya, se desarrolló el arribo de los ingleses durante la segunda mitad del siglo XVII. Las autoridades yucatecas informaron al virrey de la presencia de “filibusteros ingleses” en la desembocadura del río Belice en 1657. Sin embargo, contrabandistas, piratas y cortadores de palo de tinte se asentaron en la región a partir del año de 1670 (Bracamonte y Solís: 450).

La reacción española tuvo lugar en el tránsito del siglo XVII al XVIII, cuando el mismo gobernador Martín de Urzúa, sojuzgador de los itzaes, envío varias expediciones de desalojo por mar y tierra. Unos años después, el gobernador interino Álvaro de Rivaguda mandó una expedición de reconocimiento al río Belice que ubicó un nuevo asentamiento inglés.

Dibujo a carboncilllo de autoría desconocida contenido en las páginas del libro Palo de tinte. Motivo del conflicto entre dos naciones 1670-1802. Material proporcionado por el autor del artículo. Dominio público.

Posteriormente, hecho de gran trascendencia histórica, la Corona ordenó eliminar a los cortadores de Laguna de Términos en 1716. Los virreyes novohispanos Fernando de Alencastre Noroña y Silva, así como Baltasar de Zúñiga y Guzmán, coordinaron a las autoridades de Veracruz, Tabasco y Yucatán para realizar las operaciones de desalojo, establecer una guarnición y construir una fortaleza entre 1716 y 1717.

Expulsados de la fachada occidental de Yucatán, los británicos migraron a los ríos del suroriente peninsular. Sin darles tregua, el gobernador Antonio Cortaire y Terrenos despachó expediciones de corsarios y guardacostas en 1722, 1723 y 1724. Mientras tanto, el virrey marqués de Casa Fuerte y el capitán de la armada de Barlovento, Rodrigo de Torres, organizaron una gran armada para efectuar un crucero por la costa oriental durante 1725 (Antochiw: 109, 113-114).

3. Un dibujo exacto del río “Bellese”

Nathaniel Uring trazó el primer mapa británico del curso del río Belice en su obra autobiográfica, publicada en Londres el año de 1726, el cual tituló: An exact draught of the river of Bellese as high as the Barcadares. Por si fuera poco, el dibujo del río fue representado junto a un mapa del Golfo de Honduras, que se transformó en la base de las representaciones cartográficas inglesas durante el resto del siglo XVIII. No menos importante, nombró por primera vez al torrente con el topónimo “Bellese”.

Respecto al mapa del Golfo de Honduras, que lleva por título A new draught of the Bay of Honduras by Capt. Nathaniel Uring, cabe plantear que constituyó una revolución cartográfica porque hasta ese momento los ingleses utilizaban proyecciones derivadas de los mapas de los cosmógrafos españoles Alonso de Santa Cruz y Juan López de Velasco, elaboradas en el siglo XVI. De igual trascendencia, el mapa registró la toponimia británica de cayos, ríos y otros espacios del litoral beliceño (figura 2).

Figura 2. Detalle de la Bahía de Honduras representada cartográficamente en A new draught of the Bay of Honduras by Capt. Nathaniel Uring (1726)

Se muestra la bahía en el área del Golfo de Honduras, con diversas toponimias producto de las exploraciones británicas de Nathaniel Uring. Al Norte, puede ubicarse la representación del río “Bellese” mostrado en la Figura 1. The John Carter Brow Library, https://jcblibrary.org/ Material provisto por el autor. Dominio público.

Uno de los primeros cartógrafos en retomar dicho mapa fue Samuel Penhallow, cuya carta fue elaborada para Charles Wager, "First Lord of the Admiralty", es decir, el responsable de la Marina Real Británica. Este segundo mapa debió ser producido entre los años de 1733 y 1742, durante los cuales Wager ejerció su cargo. Fue una época trascendental para la historia del Golfo de Honduras, pues los crecientes ataques de los guardacostas y corsarios españoles en la región se transformaron en una de las principales causas por las cuales la Gran Bretaña declaró a España la llamada Guerra de la Oreja de Jenkins. Aquellos fueron años en los que la Corona británica determinó apoyar a los cortadores y enviar una expedición anfibia para fundar una colonia en la isla de Roatán, Honduras.

El capitán Nathaniel Uring destacó en su mapa los siguientes parajes del torrente: “Haul over”, para la desembocadura Norte; “Poor man’s rest” para un banco de arena; “Red’s Lagune”, para una laguna; “Youth Age” para otro banco; “12 mile creek” para un arroyo; “8 mile creek” para otro arroyo; “4 mile creek” para un arroyo más; “2 mile tree”, para un árbol que debió ser significativo; “Crooked creek”, para el penúltimo arroyo, y “Musle creek” para el último arroyo. De todos estos parajes destaca el de “Barcadares”, presente en el título del mapa. El propio capitán explicó la trascendencia del lugar en la relación de su viaje a la Bahía de Honduras: “Los leñadores, durante las crecidas, moran en los Barcadares, que están cuarenta y dos millas río arriba, donde han construido sus chozas sobre bancos bastante altos, que apenas los mantienen fuera del agua en la época de las crecidas” (Uring: 357). Acaso la palabra tenía un origen español. El historiador franciscano fray Diego López de Cogolludo mencionó que los españoles que viajaban desde Bacalar seguían una ruta por el río Nuevo, atravesaban un tramo de tierra firme, dominado por un gran pinar, y arribaban a un río que llamaban “Cancanilla”, en el cual había “un puente de piedra naturalmente formada”. Desde ese paraje, se andaba hasta el pueblo de Lucu, embarcadero para Tipú, principal asentamiento del sistema del Belice (López Cogolludo: 483-484).

Por otra parte, como se mencionó, Uring fue el primero en registrar el topónimo “Bellese” para referirse al río Belice. Sobre el origen y significado de este topónimo hay un gran debate. La voz “Balix” fue registrada por primera vez por el dominico José Delgado para referirse a la desembocadura sur del río Belice en su viaje de 1677. La palabra, en español, fue cambiando hacia Baliz, Valis, Valiz, Valix, Walis, Waliz y Walix. Por su parte, los ingleses registraron la voz Bullys en 1705. El término “Bellese” consignado por Uring se transformó en “Belleze” durante la década de 1730, y derivó en “Balize” y Belize a principios del siglo XIX.

Ahora bien, la historiografía de Honduras Británica, después Belice, sostuvo desde el siglo XIX que la voz “Belize” proviene del nombre de un pirata escocés llamado Peter Wallace, el cual fundó un asentamiento en la desembocadura del río Belice en algún momento del siglo XVII (Toussaint: 22-23). Posteriormente, Eric S. Thompson propuso que el topónimo Belice derivó de la voz “Balix” registrada por Delgado en 1677; la cual, a su vez, era la hispanización de una palabra del idioma maya yucateco que significaba “aguas fangosas” (Thompson: 31). Recientemente, Barbara y Victor Bulmer-Thomas analizaron la historiografía referente al pirata Peter Wallace y concluyeron que el personaje fue una invención. Además, identificaron el Balix registrado por el dominico Delgado con la desembocadura sur del Belice, llamada hoy en día Haulover. Siguiendo al mismo Delgado, propusieron que el río Belice era llamado Tipú por los españoles durante los siglos XVI y XVII (Bulmer-Thomas, B. y Bulmer-Thomas T.). Por su parte, Mathew Restall planteó que el topónimo Belice derivó de la expresión en maya yucateco bel Itzá, que significaría “camino al Itzá” (Restall: 30-32). Finalmente, el lingüista Cédric Becquey, investigador del Centro de Estudios Mayas en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México considera que, desde un punto de vista lingüístico, el origen más probable es precisamente el apellido “Wallace” (Cédric Michel Marie Becquey Dognin, comunicación personal). Indudablemente, la discusión sobre el origen del topónimo Belice sigue abierta a la investigación académica. El mapa elaborado por el capitán Nathaniel Uring tiene un enorme valor para comprender este proceso, y de cómo los imperios de la Edad Moderna nombraron y renombraron los más distintos rincones del orbe como parte de sus confrontaciones.

Referencias

  • Antochiw, Michel, Barcos y corsarios campechanos. El despertar de la Marina Nacional. México: Gobierno del Estado de Campeche, 2009.
  • [Books LLC], Trees of the Yucatán. Memphis: Books LLC, 2010, p. 28.
  • Bracamonte y Sosa, Pedro, y Gabriela Solís Robleda, “Insumisos e idólatras. Los mayas del Caribe Peninsular durante la Colonia”. El Caribe Mexicano. Origen y formación siglos XVI y XVII, Carlos Macías Richard (coord.). México: Universidad Autónoma de Quintana Roo, Miguel Ángel Porrúa, 2006. 426-522.
  • Bulmer-Thomas, Barbara y Victor Bulmer-Thomas, “The Origins of the Belize Settlement”, TEMPUS Revista en Historia General, 4 (2016): 137-160.
  • Caso Barrera, Laura, Caminos en la selva: migración, comercio y resistencia, mayas yucatecos e itzaes, siglos XVII-XIX. México: El Colegio de México, Fondo de Cultura Económica, 2002.
  • Chamberlain, Robert Stoner, Conquista y colonización de Yucatán, 1517-1550. México: Porrúa, 1974.
  • López De Cogolludo, Diego, Historia de Yucatán, Madrid: Juan García Infanzón, 1688.
  • Jones, Grant D., Maya Resistance to Spanish Rule. Time and History on a Colonial Frontier. Albuquerque: University of New Mexico, 1989.
  • Restall, Matthew, “Creating ʻBelize’: The Mapping and Naming History of a Liminal Locale”, Terrae Incognitae, 51,1 (2019): 5-35.
  • Rocher Salas, Adriana D., “La vicaría de Chichanhá y la provincia franciscana de San José de Yucatán”. Arte e historia en el sur colonial de Quintana Roo, siglos XVI-XVIII, Juan Manuel Espinosa Sánchez (coord.). México: Universidad Autónoma de Quintana Roo, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Secretaría de Cultura de Quintana Roo, Plaza y Valdés, 2011. 97-108.
  • Thompson, Eric S., Maya Hieroglyphs Without Tears. Londres: British Museum, 1972.
  • Toussaint Ribot, Mónica, Belice: una historia olvidada. México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1993.
  • Uring, Nathaniel, A Relation of the Late Intended Settlement of the Islands of St. Lucia and St. Vincent, in America. Londres: J. Peele, 1725.
  • Uring, Nathaniel, A History of the Voyages and Travels of Capt. Nathaniel Uring. With New Draughts of the Bay of Honduras and the Caribbee Islands; and Particularly of St. Lucia, and the Harbour of Petite Carenage; into which Ships May Run in Bad Weather, and Be Safe from all Winds and Storms. Very Useful for Masters of Ships that Use the Leeward Island Trade, or Jamaica. Londres: W. Wilkins para J. Peele en Locke's Head, 1726.

1 El palo de tinte o palo Campeche (Haematoxylon campechianum L.) es un árbol espinoso que alcanza una altura de 10 a 15 metros y un diámetro de 45 a 80 centímetros. Su corteza es de color pardo grisáceo a pardo amarillento, y su textura escamosa, dividida en piezas pequeñas y cuadradas o longitudinales. Su madera es dura y pesada, el duermen es de color naranja, y cambia de color a rojo oscuro con la exposición al aire. Contenía una sustancia tintórea, hoy llamada hematoxilina, con la cual se podía teñir lana y sede de los colores negro, azul, amarillo, violeta, rojo y morado. El palo de tinte era una madera tintórea aprovechada por los mayas desde la época prehispánica para teñir sus telas. Los españoles descubrieron sucalidad y comenzaron su tráfico a Sevilla durante el reinado de Felipe II. Los ingleses, por su parte, comprendieron el valor de la tintórea a mediados del siglo XVII (Books LLC, 2010: 28).