Diana Geraldo Camacho
Seminario de Edición Crítica de Textos
Instituto de Investigaciones Filológicas
Las relaciones diplomáticas y de amistad literaria entre México y España han sido tema de abundantes trabajos académicos. Si bien la mayoría de ellos están dedicados a explorar los vínculos nacidos a partir del exilio español en México, los lazos entre ambas naciones se remontan a mucho tiempo atrás. Así lo plantea el estudioso Héctor Perea en este artículo que tiene como propósito examinar la labor de algunos escritores mexicanos del siglo XIX en la Península Ibérica –Vicente Riva Palacio, Manuel Payno, Juan de Dios Peza, Francisco A. de Icaza, etc.–, para contrastarla con la que también vivieron otros intelectuales a principios del siglo XX, como Alfonso Reyes, Martín Luis Guzmán y otros.
El artículo tiene como primer objetivo hacer un recuento de la vida política y literaria de Vicente Riva Palacio en la última década del siglo XIX, cuando se desempeñaba como ministro plenipotenciario de México en España. El General Riva Palacio llegó a Madrid en 1886 y, desde entonces, comenzó a destacar como personaje de renombre en el ámbito madrileño. Con mucho acierto, Perea rastrea las causas del exilio diplomático que Porfirio Díaz impuso al escritor, lo mismo que a muchos otros mexicanos que en ese momento representaban un obstáculo para sus ambiciones presidenciales. Con abundantes referencias bibliográficas, el estudioso plantea un panorama general sobre la dinámica finisecular del gobierno de Díaz para esbozar lo que serían las principales razones del exilio, y a continuación describe la situación artística y política de Riva Palacio en España. En este recuento de la labor diplomática y cultural del General, Perea ofrece cuantiosos datos poco conocidos sobre el escritor. Por ejemplo, su agenda social, o como la denomina el investigador “los asuntos de tertulia”; es decir, todas las actividades sociales en las que participó el mexicano y los lazos de amistad que entabló con varios españoles, desde políticos y aristócratas, hasta escritores e intelectuales. De este repaso biográfico se desprende que Riva Palacio asistía a veladas literarias, frecuentaba sitios de diversión y encuentro social, como el café Nueva Iberia, para conversar con Clarín, Pedro de Novo, Leopoldo Cano; el café La Luna, donde se reunía con el folletinista Manuel Fernández y González –a quien por cierto el autor mexicano admiraba mucho–; también concurría al Casino de Madrid y, en sus funciones de ministro, a los salones de los ducados de Alba y de Nájera.
Este paseo por las actividades de Riva Palacio en España permite tener una mejor idea de los impulsos republicanos que adoptó mientras habitó en la Península (1885-1896), pero también ayuda a esclarecer los nuevos estímulos creativos que el escritor adquirió en ese último período de su vida. Toda la información que nos ofrece Perea acerca de esta etapa es, sin duda, muy útil para cualquier estudioso interesado en las confluencias político-literarias entre México y España, en especial para aquellos que busquen datos sugerentes y esclarecedores sobre el autor de Martín Garatuza.
Un segundo objetivo del artículo es relatar las actividades que practicaron otros escritores, años después de la presencia de Riva Palacio. El más destacado es Juan de Dios Peza, discípulo del General y una de las figuras mexicanas más reconocidas en la España de esa época. De este joven escritor, llevado a tierras peninsulares por el propio Riva Palacio en su Legación, describe Perea principalmente sus amistades literarias, y destaca que con él se puede vislumbrar otra faceta de la identidad mexicana en las relaciones hispanoamericanas. Al amparo político de su mentor, Peza se movió en España y registró muchas de las actividades que vivieron ambos. Perea estudia estos testimonios de Peza, que el mismo poeta publicó con el título de Recuerdos de España (póstumo, 1918).
“Del exilio mexicano entre dos siglos” ofrece al lector, pues, un recuento vivencial de los escritores finiseculares exiliados por Díaz, y en su indagación brinda información conformada por abundantes nombres, títulos de libros, lugares, periódicos y asociaciones literarias, liceos, academias y colegios frecuentados por mexicanos, con un balance de anécdotas y pormenores no registrados antes por ningún investigador. El texto es de corte biográfico, a la manera de semblanzas. Y en su momento pretendía cubrir un hueco en cuanto a los datos conocidos sobre los mexicanos en Europa, no documentados por la historia literaria en el momento de publicación del artículo, hace ya casi 25 años. Debido a sus características, el trabajo de Perea responde a las preocupaciones de la historiografía literaria y cultural de las letras mexicanas, pues tiene la misma meta de inspeccionar las circunstancias personales de los escritores y su campo cultural.
En resumen, el artículo significó en su momento una notable contribución, aún vigente, no sólo porque ofrece una lectura novedosa de corte histórico acerca de algunas de las grandes plumas mexicanas de la antepasada centuria, sino porque rastrea los orígenes culturales de una conexión tan antigua y fuerte como es la familiaridad entre la literatura mexicana decimonónica y la España de finales del siglo XIX.
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